Psicología del juego: ¿Por qué jugamos?

Ya sea representado por el derroche del glamuroso mundo de los viajes rápidos a Mónaco a bordo de un avión privado o, todo lo contrario, por el subidón de adrenalina que lanza a un jugador por la descendente espiral de la adicción, el juego siempre ha formado parte de la condición humana. Desde la inocua frase “¿Cuánto estás dispuesto a apostar?”, suelta como desafío por un amigo o hasta años dedicados a aprender cómo contar cartas y memorizar estrategias intentando ganar a la casa, hay algo en la naturaleza de los juegos de azar que nos remueve por dentro y nos hace sentir intensas emociones. ¿Pero por qué exactamente sucede esto? Y lo más importante: ¿cómo lo controlamos y no salimos del casino con las tarjetas de crédito al borde del límite? Aquí están los motivos detrás de la mentalidad del apostador, explicados por psicólogos.
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El juego crea una ilusión de control

Nuestros cerebros están predispuestos a hacernos sentir demasiado seguros. Por ejemplo, la ilusión que nos da el conocimiento, dejándonos con una falsa sensación de seguridad respecto a nuestras decisiones diarias, simplemente porque nuestro cerebro se niega a aceptar que no sabemos alguna cosa obvia o somos incapaces de hacer una suposición precisa.

Esta seguridad se ve reforzada por la ilusión de control que generan los juegos de azar, o por la creencia que podríamos aplicar conocimientos para influir a un resultado, determinado exclusivamente por la suerte. La gente está más dispuesta a jugar cuando cree que puede ejercer algún tipo de control sobre el resultado del juego.

Los psicólogos indican dos factores principales que contribuyen a la ilusión de control de los jugadores: las ganancias cercanas y la decisión personal.

Los juegos de azar crean una ilusión de control.

Las ganancias cercanas

Las ganancias cercanas se manifiestan en muchos juegos de azar y se pueden describir generalmente como estar muy cerca del jackpot, pero no lograr a ganarlo, por ejemplo.

Necesitas solo un número más para ganar la lotería; apostar al número adyacente al número ganador en la ruleta; o apostar al caballo que termina segundo.

Estos casos relativamente frecuentes infunden en los jugadores el coraje para seguir jugando, al esperar que la ganancia esté cerca y con la falsa sensación que con estar a punto de ganar el gran premio, sus habilidades de perfeccionamiento también mejoran.

La decisión personal

La ilusión de control se determina también por la idea de la decisión personal. En situaciones cuando el jugador tiene la oportunidad de desempeñar un papel activo en la organización del juego como, por ejemplo, elegir los números en el billete de lotería, tirar los dados en la mesa de craps o lanzar la bola en la rueda de la ruleta en lugar del crupier.

Darle al jugador la oportunidad de elegir, le hace creer que está aplicando algún tipo de control sobre el resultado del juego, el cual, es, en realidad, absolutamente aleatorio.

Está confirmado que ambos factores, las ganancias cercanas y la decisión personal, conducen a un juego prolongado y un aumento en la cantidad apostada. Por supuesto, los operadores de la industria del juego de azar lo saben muy bien y frecuentemente se aprovechan de ello.

Apostar y ganar nos trae satisfacción

El juego de azar parece una actividad muy contradictoria, ¿por qué entonces alguien apostaría si sabe que “la casa siempre tiene la ventaja” y es más probable perder que ganar? La respuesta es muy simple. Porque arriesgarse trae emoción. Además, se nos hace tentadora la promesa que, si ganamos, ganaremos a lo grande, recibiendo algo a cambio de nada.

Los científicos han descubierto un patrón en la actividad del cerebro cuando la gente gana dinero. El cuerpo estriado, una parte cerca del centro del cerebro, tiene mucha importancia en el proceso de hacernos sentir recompensados, asimismo está relacionado con la satisfacción que experimentamos a la hora de comer, como consecuencia de estímulos sexuales, incluso de sustancias adictivas como la cocaína y otras drogas.

Según un estudio neurocientífico, la adicción al azar y la adicción a las drogas tienen muchas cosas en común en cuanto al proceso neural. Obviamente, ganar provocará un efecto de satisfacción, pero la acumulación puede ser poderoso estímulo para ciertas personas. La sensación sugestiva de esperar al resultado definitivo del juego, a los números del sorteo de la lotería o a la siguiente carta de la baraja, todo esto genera un subidón de adrenalina que mucha gente busca en el entretenimiento.

La falacia del jugador

Otra característica de la motivación que infunde en la gente falsas expectativas de predecir o influir al resultado de juegos de azar es la falacia del jugador, unas de las curiosidades relacionados con el juego. En este caso, los jugadores atribuyen mayor probabilidad que la que realmente existe a un resultado favorable, basada en resultados anteriores.

De hecho, esta es la base de las estrategias de ruleta progresivas, la creencia que seguir apostando y aumentando tu apuesta, por ejemplo, en rojo, eventualmente ganarías. Al final, esto lleva a maximizar tu apuesta en rojo sin ninguna garantía de salir ganando. Incluso después de 100 giros en los que la bola haya caído en negro, todavía existe 50% probabilidad de caer en negro otra vez.

La falacia del jugador es parte de la psicología del juego.

Las creencias ilusorias más comunes aceptan que cambiar el tamaño de la apuesta (o aumentarlo progresivamente) te ayuda ganar y que el premio cubrirá las pérdidas anteriormente realizadas.

En realidad, los giros anteriores no influyen de ninguna manera a los que están por venir y no puedes utilizar la suposición de un equilibrio a largo plazo como una estrategia segura. Si sigues aumentando tus apuestas, al final alcanzarás el límite máximo de la mesa y el pago de una potencial ganancia no será suficiente para cubrir las pérdidas anteriores.

Creer que existe una repartición proporcional de las partidas ganadoras y no ganadoras, así como que te espera un éxito atrasado después de pasar por una mala racha, es una falacia del jugador.

Renuncia a perder

Nadie empieza a apostar con la idea de perder. Perder es, por decirlo suavemente, desagradable. Estudios demuestran que jugadores que vuelven a apostar inmediatamente después de perder, sienten más molestia por la pérdida que emoción por la posible ganancia.

Otro estudio indica que las mujeres se preocupan más por perder en público, por lo que suelen preferir juegos donde eso no es tan evidente, por ejemplo, las tragaperras.

Los hombres, por otro lado, prefieren juegos donde creen que pueden aplicar ciertos conocimientos y no contar tanto con la suerte. Por ejemplo, eligen juegos, cuyo base se consideran las habilidades como el póker (a pesar de que la suerte también desempeña un papel significativo), donde los procesos cognitivos, por ejemplo, la ilusión de control les hace sentir como si pudiesen encontrar un patrón o elaborar una estrategia para así mejorar sus posibilidades para ganar.

La persecución de pérdidas forma parte del juego compulsivo.

La actitud de los hombres en caso de pérdidas también es diferente. Incluso si pierden cientos de libras jugando a póker, su naturaleza asertiva enfocará la atención en que se pudieran permitir esa cantidad de dinero, ocultando la turbación por haber perdido.

A largo plazo, la gente que sufre grandes pérdidas sigue jugando no tanto por la emoción por potenciales ganancias, sino para cubrir pérdidas anteriores. Lo que se les escapa y no les deja hacer un sobrio juicio es evaluar la poca probabilidad que existe de que esta estrategia funcione.

Esta tendencia se llama “persecución de pérdidas” y es una de las principales características del juego compulsivo.

El aspecto social del juego

Muchos niños y adolescentes crecen en un ambiente doméstico con presencia de juegos de azar. Gente que ha participado en los juegos de cartas, donde sus padres jugaban con sus amigos, también celebrarán noches de casino en un futuro como una forma de relacionarse a través del entretenimiento compartido que en general sirve para reunir a la gente.

En búsqueda de formas de socializarse muchas personas acuden a casinos físicos o mesas online con crupieres reales para interactuar en directo, pese a que estén solos en casa. Asimismo, los juegos de azar sirven como una manera de escapar de la monotonía de la vida cotidiana.

Visitar una sala con máquinas arcade, un bullicioso bingo o un glamuroso casino, sea terrestre u online, proporciona nuevas emociones, ya que los jugadores están expuestos a nuevos estímulos y pueden interactuar con nuevas personas.

Subir a bordo

Existe enorme variedad de factores motivacionales para jugar. Algunos buscan el subidón de adrenalina por el riesgo, mientras otros persiguen el provecho financiero, llegando hasta hacerse jugadores profesionales, terceros deciden jugar simplemente para unirse a un grupo con el que quieren ser asociados.

La mejor demostración de esto es la incrementación de las ventas de billetes de lotería cuando el premio gordo marque un récord e incluso gente que nunca ha jugado se niega a quedar excluida del grupo y se compra billetes, uniéndose al frenesí.

El fascinante y lujoso mundo de los juegos de azar

Los juegos de azar nos ayudan socializarse y encontrar nuestro sitio. Otro truco, muy bien conocido en la esfera del marketing, que seduce a los jugadores, es la glamurosa imagen que los medios de comunicación y la cultura popular atribuyen al juego.

El concepto clásico del casino típicamente lo representa como un entorno glamuroso y extravagante de gente rica, con mucho champán, fichas amontonadas y dinero en efectivo encima de las mesas.

Presentado así, parece un mundo al que todos quieren pertenecer, ¿verdad?

Miremos a las carreras de caballos, estas se suelen asociar con gente vestida de ropa elegante, bebiendo champán mientras discuten la agenda ocupada de su vida social y esto transmite la idea de una alta posición social que algunas personas podrían estar persiguiendo.